En las sesiones de entrenamiento el entrenador forma parte, aunque involuntaria, de una evaluación continuada tanto por parte de los padres de los jugadores, como de los coordinadores, o bien, de los directores deportivos, técnicos de equipos adversarios, y puede que, incluso, de algún forofo viandante que transitaba en ese momento por allí.
La parte menos negativa de ser sometido a un examen diario es que, (para los que somos un poco críticos con el entorno que nos rodea, y con nosotros mismos) podemos poner el prisma en hacer de nuestra persona, un mejor profesional, y al contrario.
La parte menos positiva es que para nadie es cómodo sentirse controlado desde el momento en el que pone el pie en el césped, más cuando lo que requieren de uno y lo que todos esperamos de nosotros mismos, es poner la atención en hacer un buen proyecto de trabajo.
En ese plan de trabajo no está implícito tener que contentar a los espectadores, aunque desde el otro lado de la valla, todo el mundo se cree siempre mejor que quien está dentro, llevando la situación. Tampoco hay que impartir lecciones magistrales, o hacer un uso impropio de la autoridad por ser el titular de la sesión. Es algo mucho más sencillo que todo eso; tan solo hay que tener claro un principio: el verdadero protagonista es el jugador, es por eso que un líder no pone reglas, un líder lidera, y la mejor forma de liderar un equipo, da igual el que sea, es ser cercano, preciso y transmitir seguridad. En situaciones controvertidas, tan solo nos queda la determinación.
Es por ello que, aunque examinados, e incluso, a veces, insultados, no podemos permitirnos participar en el estadio de la manipulación, y mucho menos de la agresión.
Las tareas de entrenamiento que se realizan tienen unos objetivos francamente difíciles. Por eso solo las personas constantes y las que perseveran, son capaces de poner a un jugador mediocre en un buen nivel.
Los aprendices tendemos a mirarnos en el espejo de nuestro referente, eso fue y será siempre así, es por ello que, al margen de tanta presión, poder limpiar cada día ese cristal y hacerlo relucir para que pueda devolver siempre una sonrisa a las miradas de tantos niños inocentes, tan solo está al alcance de los mejores.
Llega un día en el que saberte observado forma parte de la cotidianidad de la vida, apruebas la evaluación cuando te conviertes en el mejor reflejo donde pueden mirarse los demás. Ya has preparado tu trabajo de forma aceptable, has mantenido la mente en lo que sucede en el campo, has aprendido que predominan los jugadores y el juego…Más allá de todo eso, ahora me pregunto: ¿Qué observa el entrenador?